Sí, también
somos humanos.
Siempre he creído que, como seres
humanos, nos distinguimos de los animales por nuestra capacidad creadora. Las
flores no deciden oler rico, ni verse bellas; el pavo real macho no puede
sujetar a su voluntad el color de sus plumas; el ruiseñor canta porque está en
su naturaleza. Todos los animales generan belleza simplemente porque lo tienen
que hacer, su carga genética los obliga, su instinto los guía y ellos
simplemente se dejan llevar. El hombre, en cambio, aun siendo animal, posee la
capacidad creadora, algo que le lleva más allá de lo que está, por naturaleza,
obligado a hacer. Y es por ello que ha sido capaz de fabricar herramientas,
cambiar el entorno, generar cosas nuevas, en una palabra: Crear.
La capacidad creadora del hombre,
nos habla entonces de una cierta superioridad con respecto a los demás seres
vivos. Somos, por decirlo de alguna manera, sobrenaturales en ese sentido. La
música, la generación de un alfabeto y de un lenguaje con reglas, la capacidad
artística que nos lleva a modificar el entorno, son las muestras fehacientes de
que en efecto, tenemos algo superior a nuestros compañeros de planeta: una
capacidad creadora.
Sirva
este preámbulo entonces, para entender el contexto de la creación literaria en
específico. Generar una historia escrita, es contemplar la realidad para
mostrarla en otro marco de referencia, es inventar un mundo posible, a partir
de lo que conocemos; un cuento, una historia breve, representa un sueño, vivido
o no, una historia real o no, pero que escrita con las palabras adecuadas nos
lleva, como lectores, a ver las cosas desde otra perspectiva. Una historia,
cualquier historia, bien contada, nos permite llegar a lugares desconocidos, atemporales, para que nuestra imaginación nos permita
colocarnos ahí como un testigo más.
Escribir es para muchos el escape de
la realidad; escribir, para alguien en un entorno laboral como el nuestro, es
también buscar mostrar a los otros esa parte de humanidad, la capacidad
creadora, que todos tenemos; escribir se vuelve una manifestación de la
innovación, es un permitirnos hacer algo nuevo con algo existente, ver y
describir las cosas como a través del caleidoscopio, en el que apenas girarlo
un poco enseña una figura distinta, con los mismos colores que la anterior.
Escribir es, para un escritor que no lo es por oficio, una incitación para
seguir mostrándonos como humanos, un acto que nos lleva a seguir buscando
resaltar esa parte sobrenatural que todos tenemos y que, por la razón que sea,
hemos dejado de utilizar.
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