jueves, 27 de marzo de 2014

No tiene titulo


Son pocos los que son honestos y más con sus sentimientos:
entonces, cuando están tristes, dicen: “estoy cansado”
Y si los llama la ira: “sólo estoy enfadado”
Confunden amor con encanto;
Y si se los lleva el carajo:
 “no tengo nada, estoy agobiado”
se preocupan por envidia y se enojan en los altos.
Y cuando están tranquilos,
piensan que es felicidad.
No se ríen de lo gracioso,
pero sí por quedar bien,
Es raro ver que alguien diga: “hoy tengo mucha energía”
y más raro todavía: “Me siento con mucha vida”
Confunden odio con enojo,
y dan golpes a lo loco,
para luego a cucharadas:
comerse del plato el llanto.
Se cierran a la tristeza, creyendo que es fortaleza.
Y en relación con el otro, lo mejor es cuidar el trato.
Total que no digo nada y que me lleve la chingada…

Muerte y poesía vínculo indisoluble de dos realidades netamente humanas.



La muerte es una quimera: porque mientras yo existo,
no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo.

 Epicuro

            Schopenhauer afirmaba, y tal vez no haya sido el único, que sin la muerte no se habría filosofado. Y es que es la muerte una de las realidades más complejas y más discutidas de la vida humana. El “más allá”, la trascendencia, el fin del hombre, son, han sido y serán cuestiones que desde que el hombre es consciente de su realidad, se ha preguntado. La búsqueda de esa respuesta a la realidad de la muerte está vinculada al sentido de lo humano.

            Lo que todas las culturas han interpretado acerca de la muerte y todos los ritos y simbolismos asociados a ella nos pueden dar una idea de la relevancia que tiene para el hombre. En México se celebra el día de los muertos el 2 de noviembre, fecha en la que nos reímos de aquello que usualmente causa tristeza. ¿Por qué nos duele la muerte? La ausencia, la falta de un cierre apropiado a una relación familiar, amorosa o de amistad, o simplemente la falta de entendimiento a un hecho tan natural como el fin de la vida, nos lleva a todos a sufrir (padecer) la muerte sin ser nosotros necesariamente los sujetos de su acción.

            Morir, para el cristiano, representa vida en la resurrección. Para el agnóstico, en cambio, no representa nada, es simplemente el término de la utilidad de las partes del cuerpo, la completa degeneración de un organismo. Sin embargo en ambos casos afecta y engendrará un sentimiento asociado con el dolor.

Y es precisamente por la fuerza de ese sentimiento, que resulta que también la muerte es uno de los tópicos más recurrentes en la literatura, y más concretamente en la poesía. Escribir de la muerte resulta pues para un autor, tratar uno de los aspectos más humanos: su transitoriedad; la muerte al volverse portadora del dolor, del final, genera un sentimiento tan fuerte que encuentra en las palabras un alivio, una descarga de ese mismo dolor.

El refrán es sabio: “la pena compartida, es media pena” y quizá es por eso que también en su búsqueda de liberarse del dolor, que los escritores dan un valor muy grande al sentimiento generado por la muerte. Me atrevería a afirmar que no hay poeta o autor que no haya dedicado un verso o una línea, un aforismo a la muerte, al dolor generado por ella o a la trascendencia a la que también está vinculada. Amado Nervo nos da una muestra de lo que la muerte representaba para él en su poema EN PAZ.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!


            Una celebración y homenaje a la vida, una representación de que también estamos aquí con un propósito, y es tal vez por eso que la muerte genera tantas incógnitas y resulta ser el tópico más dialogado, más discutido, más referido. La muerte nos remite, pues, al plan de vida del ser humano, tanto del individuo como de la humanidad en general. De ahí la riqueza de temas que puede generar escribir sobre la muerte. Se escribe sobre la realidad de la vida humana, de su trascendencia, de su propósito. Hacerlo, pues, da al autor la oportunidad de referirse no sólo a un sentimiento fuerte sino que le permite tratar de la humanidad y su confrontación con su lugar en términos espacio-temporales.

La filosofía, la religión, la política, el juego han tratado, como la literatura, el tema de la muerte, que es el tema de la vida. Si no has pensado en morirte, no has pensado en ser humano, no has pensado en vivir. Busca en la muerte tu respuesta, busca en la muerte tu vida. Busca en la muerte tu trascendencia. Vincular la muerte con la armonía de las palabras en una poesía, es (o puede ser) a final de cuentas una manera de permanecer en la trascendencia y permanencia de las letras.

viernes, 21 de marzo de 2014

Mujeres

"Walter Benjamin escribió en alguna parte que cuando una gitana nos lee la mano, lo que nos interesa no es lo que dice de nuestro pasado, ni el futuro que presuntamente nos devela; no, lo que realmente nos interesa es la historia que nos cuenta, porque esa vida pudo haber sido la nuestra pero no lo fue. Yo tengo la teoría de que las mujeres con las que uno se topa en la vida son todas las vidas posibles que nos tocó vivir o que nos pudo haber tocado vivir. Cada mujer que se cruza, o nos cruza, es un universo o una galaxia. Pero lo extraordinario no es eso. Lo extraordinario es que entre todas las mujeres que se cruzan en la vida de un hombre hay algunos afortunados, no son muchos, que se topan con esa única mujer, la que todo lo cambia y lo trastorna, la que hace que nada vuelva a ser igual que antes. La que ha estado allí desde siempre y nunca nos dejará aunque se vaya. No hay una razón ni un motivo evidente para que así sea, pero así es. Esos encuentros milagrosos son los que se convierten en historias de amor. Conocemos algunas historias, pero desconocemos más. Quien ha pisado ese continente y abrevado en esas aguas sabe de ese milagro que se convierte en el cielo y también en el infierno los dioses del amor y la pasión no tocan a nadie impunemente. Así quien haya sido bendecido y maldecido con esa gracia debe agradecer de rodillas e implorar una sola cosa: tener la fuerza para pelear y mantener esa llama ardiendo hasta que la vida de uno u otro se extinga primero. Lucía es para mi esa mujer."
La victoria, Jaime Sánchez Susarrey, (2006) Planeta, México.

Remplace el nombre de Lucía por cualquier nombre que le sea benéfico para su catarsis, revelación o ilusión corriente... luego haga lo que tenga que hacer para ser feliz.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Necesidad de escribir

De pronto te vuelven las ganas, el alma regresa al cuerpo, es cierto: quieres volver a escribir.
Cuando hay tanto que decir, no puede uno quedarse callado, entonces: escribe.
Cuando de pronto parece que nadie escucha: escribe.
La soledad no existe si tienes un diario.
Contar las cosas es una capacidad humana. Alguna vez en alguna clase de filosofía recuerdo esa distinción: actos del hombre y actos humanos, haciendo referencia a que los actos humanos no son consecuencia natural (o algo así)
No quiero repetirme ni cansarme señalando que, en efecto, la comunicación escrita nos hace mejores que otros animales, pero sí es cierto.
Lo único que quiero es no quedarme con las ganas de escribir.
Estoy haciendo otro blog, pero no por eso soy infiel, simplemente quiero dejar la poesía en otro lado.