martes, 28 de mayo de 2013

¡Ah, sólo el que carga el avío sabe lo que le pesa!

Resulta difícil ponerse en los zapatos de los demás. Cada uno vive sus propios demonios, sus propios infiernos, sus propios calvarios, sus glorias. Por más que uno piense y se disponga a "ponerse en los zapatos del otro" difícilmente lo conseguirá. Los pensamientos, los sentimientos  las circunstancias son únicas, personales. Nadie, ni siquiera Dios puede ver y vivir lo que experimentamos.
Nos damos a la tarea de juzgar y de querer prever todo de acuerdo a lo que el otro pudiera pensar y con base en eso llevamos a cabo nuestras acciones, y, desafortunadamente, el juicio casi siempre está equivocado.
A raíz de eso vienen virtudes como la misericordia, la empatía y la resiliencia, que en circunstancias normales nos ayudan a hacer más llevadera la convivencia. En muchos casos nos compadecemos de los otros y nos hacemos solidarios, sin embargo no debemos dejar de lado que la caridad empieza por uno, quien no se quiere primero no será capaz de querer a otros.
En la vida, hay que ser de vez en cuando "egoísta", pensar en estar primero uno tranquilo para luego entrar en convivencia.
Lamento la fragilidad de mi memoria y la falta de precaución para guardar los textos que escribí hace mucho, no logro recordar exactamente una buena frase que acuñé: "hay que buscar el yo, para encontrar el tú y entonces conjugar el nosotros..."

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