Resulta difícil ponerse en los zapatos de los demás. Cada uno vive sus propios demonios, sus propios infiernos, sus propios calvarios, sus glorias. Por más que uno piense y se disponga a "ponerse en los zapatos del otro" difícilmente lo conseguirá. Los pensamientos, los sentimientos las circunstancias son únicas, personales. Nadie, ni siquiera Dios puede ver y vivir lo que experimentamos.
Nos damos a la tarea de juzgar y de querer prever todo de acuerdo a lo que el otro pudiera pensar y con base en eso llevamos a cabo nuestras acciones, y, desafortunadamente, el juicio casi siempre está equivocado.
A raíz de eso vienen virtudes como la misericordia, la empatía y la resiliencia, que en circunstancias normales nos ayudan a hacer más llevadera la convivencia. En muchos casos nos compadecemos de los otros y nos hacemos solidarios, sin embargo no debemos dejar de lado que la caridad empieza por uno, quien no se quiere primero no será capaz de querer a otros.
En la vida, hay que ser de vez en cuando "egoísta", pensar en estar primero uno tranquilo para luego entrar en convivencia.
Lamento la fragilidad de mi memoria y la falta de precaución para guardar los textos que escribí hace mucho, no logro recordar exactamente una buena frase que acuñé: "hay que buscar el yo, para encontrar el tú y entonces conjugar el nosotros..."
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