martes, 10 de junio de 2014

Te escribo para que lo leas.

"Después de todo este espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la espearanza de que me leas, de que no haya muerto del todo en tu memoria"
Papeles inesperados. Julio Cortázar

Escribir se ha vuelto un acto arriesgado. Una señal de manifestación, a veces oculta, tímida. Alguien me dijo una vez: "lo que quisiera gritar te lo escribo" (más o menos así, no tengo a la mano esa carta, está guardada, pero el mensaje está en mí) Y bueno, "verba volant, scripta manent", las palabras dichas vuelan, con el aire, con la ventisca, con la lluvia, con el ventilador, con el suspiro. Lo escrito queda, hasta que el papel, el archivo, la manta, el sustrato de lo escrito se pierde. Puede imprimirse, hacerse libro, vivir también encerrado en dos pastas, con portada, con sinopsis, con biografía del autor, pero ahí estarán cuando vengas. 
Mis palabras, mis pensamientos y mis letras también van a estar aquí, esperando el día que vengas a leerlas a que decidas que te las diga, que te las lea, que las invente de nuevo y que me dejes así mostrarte esto.
Te haré otras cartas, varias, repetiré conceptos, hablaré de tus ojos y te diré igual: "Con cariño honesto" "Te quiero", "No tengo más palabras para expresar esto", te diré lo que haya en ese momento. Serán cartas como tantas, como las que ya perdí, las que no te dí por ser inapropiadas o nacer inoportunas, o unas nuevas que digan lo que quiero pensar, lo que no existe, lo que se puede hacer.
Te quiero pedir algo, si vienes por aquí: léeme, búscame en las letras, y ojalá te encuentres en ellas; si por ocurrencia pasa, de algún modo mándame un guiño, devuélveme un gracias.
Las letras, esas que nadie entiende, pero que al menos me sirven para quererte.

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